Aprovechando el puente de carnaval, en un día que auguraban de veranillo, salimos el lunes 20 de febrero en la furgoneta y dos coches hacia Villafranca Montes de Oca con destino al embalse de Alba. Dejamos los coches junto a la ermita con sabor medieval que recuerda la primera diócesis en terreno burgalés: la diócesis de Oca allá por el siglo VI.
Serafín comenzó informándonos de la ruta: corta, 7 u 8 kilómetros, pero un continuo bajar a las fuentes que nutren el pequeño lago y subir a los montecillos que lo rodean.
Empezamos por el desfiladero, tan vistoso, que nos introduce en formaciones unas calizas de gran porte. Enormes formaciones caprichosas nos flanqueaban a derecha e izquierda. Al final del desfiladero, nos encontramos que las escaleras de la presa las han arreglado y se sube, con esfuerzo, pero con mucha más facilidad ya que no resbalan los escalones desgastados.
El embalse de Alba y el arroyo
Esperábamos ver el embalse hasta arriba de agua, pero no fue así. Eso sí, las cumbres de la Demanda cubiertas de nieve lucían al fondo con todo su esplendor. Continuamos con nuestro recorrido circular alrededor del embalse hasta llegar al arroyo de Alba. Allí paramos a almorzar: frutos secos, sandwich, huesitos… Aprovechamos para bajar hasta el nivel del agua.
Después ascendimos hasta el hayedo de hermosos ejemplares. ¿Cuánto tiempo llevarán aquí estos gruesos troncos? Conforme lo prometido, tras una subida, una bajada, ahora hasta donde el humilde Oca alimenta el embalse.
Pasamos el río y, otra vez, a subir. Estuvimos dudando si bajábamos al punto en el que el río avanzaba entre dos paredones verticales, pero, por la abundante maleza, desistimos.
En la zona más elevada de la ruta, nos sentamos para dejarnos acariciar por la belleza que nos rodeaba: el lago del embalse abajo, al fondo la Demanda, al otro lado el hayedo, cerca de nosotros un robledo y un pinar… Incluso algunos pajarillos mejoraron y animaron con sus trinos nuestra contemplación.
Manantial de san Indalecio
Por otro hayedo, bajamos hacia la ermita de Oca. Nos paramos en el manantial de san Indalecio, donde según la tradición le martirizaron a los comienzos de la predicación cristiana en tiempos de la Roma Hispana. Algunos bebieron del manantial del santo, sin incidentes que se les conozcan.
Al lado de la ermita nos detuvimos a comer, que ya teníamos buena gana. Después, venciendo la pereza del primer momento, estuvimos jugando un rato. Al acabar, Serafín nos presentó las próximas actividades con una atención especial a la JMJ de Lisboa.
Para descanso de los conductores, nos acercamos al bar del pueblo, el mítico “El Pájaro”. Allí los más mayores tomaron un café mientras algunos otros daban patadas a un balón.
Antes de que fuese de noche, estábamos, de nuevo frente a la sala de Parteluz, algunos deseando ir a casa a descansar, otros pensando en aprovechar todavía unas horas de la discoteca que había montado el Ayuntamiento para adolescentes.
La siguiente actividad, la convivencia de semana santa en Quintanaloma. Ganitas tenemos ya.