El domingo 20 de marzo, a pesar de los malos augurios por lluvia, un puñadito de valientes tomamos la furgoneta y un coche, y salimos camino de Silos. Aunque éramos pocos, quizás por eso, el ambiente fue muy bueno y la relación muy intensa.
Al llegar, Serafín nos comentó la ruta que íbamos a hacer y nos pusimos en camino. Tomando el Camino del destierro del Cid, subimos por el monte de santa Bárbara hasta un poco antes del puerto de Peñacoba. Las primeras rampas nos costaron un poco porque eran muy empinadas, pero la vista del monasterio y del pueblo nos compensaron. Antes de llegar al puerto, dejamos el itinerario cidiano y, monte a través, nos dirigimos hacia la línea de cumbre. Allí tomamos un ancho camino que llegaba hasta las torres de comunicación que se encontraban cerca de la cuspide.
En la cumbre disfrutamos del paisaje: el valle del río Mataviejas y Silos en el centro, las peñas de Carazo, el pico Mencilla al fondo, y, por el lado contrario, los cortados y las buitreras que coronan el desfiladero de la Yecla. Poco estuvimos en la cumbre porque corría un viento muy fuerte que nos dejaba helados. Descendimos un poco y, bajo unos roquedos que nos resguardaban del viento, nos detuvimos a almorzar.
Luego vino la bajada por la cara sur, empinada y con mucho cascajo del que te hace patinar. Como era de prever, no faltó alguna caída de las que divierten a todos menos al que acaba en el suelo. Por allí, llegamos al espectacular desfiladero de la Yecla, recientemente mejorado en su acondicionamiento. Disfrutamos de su impresionante paisaje y, como es de rigor, nos hicimos muchas fotos.
De allí salimos hacia Salas de los Infantes para comer. Amablemente, Javier, el párroco, nos dejó los salones parroquiales para alimentarnos al calor. Por la tarde, dimos una vuelta por el pueblo. Junto a la iglesia escuchamos la leyenda de Los siete infantes de Lara, que ha dado el apellido a la población: Salas de los Infantes.
Después disfrutamos de diversos juegos de habilidad e ingenio en los salones parroquiales hasta media tarde, momento en el que iniciamos la vuelta a casa. Habíamos pasado un domingo bonito en uno de los parajes más característicos de la provincia de Burgos.